GT1 | GT2 | GT3 | GT4 | GT5 | GT6 | GT7 Grupo de Trabalho 2Masculinidad y Clase Javier Alatorre Rico [1] La relación entre género y clase es muy compleja, y tomando en cuenta que la teorización sobre masculinidad es relativamente reciente y todavía inestable, es evidente que emprender el análisis de la relación entre masculinidad y clase social es una tarea de una enorme magnitud. En este trabajo me propongo solo esbozar algunas de las posibles relaciones que se pueden abordar en el estudio de la masculinidad y su relación con otras deimensiones de ordenación social, en este caso particular con la clase. El
trabajo de Benería y Roldán (1987) ofrece un buen punto de partida para
iniciar esta exploración. Considerando que la masculinidad es parte de
la categoría de género utilizo en parte sus observaciones para entender
la relación entre masculinidad y clase: Primero, es necesario reconocer
que clase y género son dos sistemas de relación social diferentes, pero
ambos son
necesarios para entender la dominación masculina y la subordinación
de las mujeres; Segundo, una sola dimensión de diferenciación social es
insuficiente para dar cuenta de la organización jerarquizada de la sociedad.;
Tercero, ambos sistemas son semiautónomos, es decir,
cuentan con ciertos mecanismos y procesos particulares que son
irreductibles a solo uno de esos sistemas de diferenciación social,
y Cuarto, interactúan de forma compleja en diversos planos.. Aunque
analíticamente se puedan distinguir clase y género, en la vida real es
dificil separarlos, por lo cual es preferible abandonar cualquier sesgo
dualista y estudiar la masculinidad considerando
la dominación y subordinación social como un todo, en donde participan
los distintos planos de ordenación de las relaciones de género
junto con las relaciones de producción y explotación económicas (Benería
y Roldán, 1987). En
el ámbito de los estudios de género y masculinidad han proliferado distintas
escuelas y perspectivas teóricas que parten de supuestos epistemológicos,
teóricos, metodológicos y políticos distintos, por lo cual es necesario
comenzar con una serie de definiciones para ubicar desde que postura se
aborda esta indagación en la relación masculinidad
y clase. La
categoría de clase social ha sido muy controvertida, pero como resultado
desde una posición integradora, la clase de define aquí desde varios planos,:
a) la posición respecto a la posesión de los medios de producción
o control del proceso de trabajo; b) los aspectos socioculturales
como identidad, prácticas o estilo de vida, codificación simbólica
de su posición
respecto a los medios y relaciones de producción,
formas de organización y lucha, y ; c) factores psicológicos que
determinan la experiencia individual de su ubicación en la estructura
económica.(Benería y Roldán, 1987) Concebir de esta forma la clase social
permite establecer relaciones que den cuenta de la complejidad de la interacción
con la dimensión de género. En
el campo de los estudios de género se han propuesto diversas perspectivas
y definiciones,
en este trabajo se entiende al género
como una categoría analítica que permite indagar basicamente sobre
una dimensión
constitutiva de las relaciones sociales, dimensión en donde se
articulan desigualdades y jerarquías en torno a los cuerpos sexuados humanos,
con sus propios mecanismos de construcción y reproducción. Esta diferenciación,
desigual y jerárquica de los cuerpos sexuados se construye en la sociedad
como un todo,
en las instituciones, normas, valores, creencias, representaciones
colectivas, en los medios semióticos y en la experienca subjetiva (Scott,
1996; De Barbieri, 1998). De
acuerdo a
Hawkesworth (1999) el género se puede entender como categoría heurística
que permite identificar problemas, y proponer conceptos, definiciones
e hipótesis. Esta categoría analítica según Foster (1999) guía la investigación
en las intrincadas relaciones entre los procesos sociales, culturales
y subjetivos
que participan en el ordenamiento social en los múltiples niveles, desde
el macrosocial, hasta los escenarios de interacción microsocial y
en el ámbito individual. El
género como dimensión de diferenciación social se interrelaciona con otras
categorías que establecen distancias sociales y ordenan la realidad sociocultural
e individual, categorías como la clase y la raza, o cualquier otra dimensión
relevante para el ordenamiento de cada sociedad particular (Hawkesworth,
1999; Foster, 1999; De Barbieri, 1998) Esta dimensión de organización
jerárquica de la sociedad se transforma históricamente y
por lo menos en el plano teórico puede dejar de existir en algún
momento del desarrollo sociohistórico. Las
tensiones y contradicciones en la teorización del género se reflejan en
los estudios de la masculinidad, además estas aproximaciones
ofrecen formas diferentes de abordar el estudio de esta, debido,
entre otras cosas a que parten de perspectivas disciplinares diferentes,
como la psicología, la sociología y
la antropología. Asi mismo, parten de definiciones diferentes,
que se confunden y sobreponen, la masculinidad es entonces un concepto
con límites borrosos e imprecisos.(Coltrane, 1994) Dentro de estas interpretaciones
se encuentran posiciones que consideran a la masculinidad como: a) un
atributo personal el cual se puede medir y que poseen en magnitudes distintas
los individuos;
b) un rasgo de personalidad mas o menos permanente; c) una esencia
profunda inscrita en la naturaleza de los hombres; d) un rol en la organización
social que se cumple como protector, como autoridad, como proveedor, entre
otras funciones; e) lo que hacen los hombres; f) lo que hacen los hombres
para ser hombres como tareas de identidad; g) lo que significa ser hombre.
(Guttman, 1996; Connell, 1995) También,
se observan diferencias metodológicas y técnicas,
lo que hace difícil integrar o contrastar evidencias empíricas,
Y un ámbito que se sobrepone a lo teórico y metodológico,
se refiere a las posiciones y estrategias políticas, en donde podemos
encontrar aproximaciones que naturalizan, reproducen y legitiman la dominación
de los unos sujetos sexuados sobre otros., los que intentan eliminar cualquier
forma de opresión sobre las mujeres pero afirman la diferencia y refuerzan
la distancia entre individuos con base en el sexo o aquellos que también
quieren eliminar las formas de dominación y subordinación
entre sujetos sexuados entendiendo los procesos socioculturales
e individuales que las producen. Sin
embargo,
para definir la masculinidad es necesario dejar claro antes como
se asume la relación entre género y masculinidad ya que se puede establecer
desde diferentes perspectivas. 1) Una de ellas es considerar a la masculinidad
por fuera de la categoría de género, fincada en la biología, como algo
natural,
o como un rasgo ahistórico. 2) Otra posible relación es asumir
que la masculinidad es parte del género, pero puede ontologizarse y asumirlo
como un rol, una identidad, una ideología; puede, siendo parte del género,
ser una configuración de prácticas situada en una formación social particular,
como Connell (1995) señala, de la sociedad occidental. 3)También, la masculinidad
se puede abordar como parte del género a nivel heurístico
refiriéndose a una parte de esa dimensión de diferenciaciación
y jerarquización social a la que se refiere el género.
La
masculinidad
como una categoría analítica puede comprender el ámbito de la dominación
de unos individuos con cuerpos sexuados y capacidades reproductivas diferentes.
La
masculinidad como parte del género en el sentido heurístico
definirá una parte de la realidad social que puede ser estudiada
por diversas disciplinas, las cuales acotarán aspectos particulares de
la dominación masculina como sus objetos de estudio.
La masculinidad como herramienta analítica comprenderá la formulación
de interrogantes, de problemas de investigación,
conceptos y explicaciones tentativas de esos procesos y mecanismos
a través de los cuales se produce y reproduce la dominación de unos individuos
con cuerpos sexuados sobre otros, en contextos históricos y socioculturales
específicos. Cada disciplina y teoría dentro de ella definirá desde su
particular nivel de análisis un objeto de estudio que pueda dar cuenta
de los procesos y mecanismos que participan en la producción y reproducción
masculina, en ese nivel de específico (sociológico, antropológico, psicológico,
etc.) Este
lugar o posición de dominación, desde el cual se intenta subordinar a
otros individuos, los cuales pueden oponer resistencia, la masculinidad
considerada una categoría analítica en su delimitación de este ámbito
de la dominación
de unos individuos con cuerpos sexuados sobre otros se articula
o abarca tres dimensiones Dimensión Social.
Esta
dimensión se refiere a la organización social de las prácticas organizadas
institucionalmente de acuerdo a la clasificación de los individuos tomando
en cuenta las características atribuidas socialmente a unos y otros cuerpos
sexuados.
La valoración y división de las prácticas puede ser diferente para
cada grupo sociocultural. Por
ejemplo, a quien se le permite tener relaciones sexuales fuera
del matrimonio, quien debe cuidar a los hijos e hijas cuando están enfermos,
quien se responsabiliza de la anticoncepción, quien ejerce la violencia
sexual., En esta dimensión también se encuentran las normas formales e
informales que regulan las relaciones entre los individuos sexuados. Dimensión Cultural.
En donde se engloban las codificaciones o representaciones compartidas
colectivamente, que establecen en el ámbito simbólico las diferencias
construidas socialmente entre los individuos a partir de sus características
corporales y sus potencialidades reproductivas.
Se pueden observar representaciones que adjudican a lo masculino
la fuerza, la inteligencia, también la producción de pornografía en cine
o prensa
ofrece representaciones en donde la mujer es pasiva y puede ser
sometida a todas las vejaciones imaginables. Las relaciones entre los
sexos en cualquier ámbito se codifican y
en los medios masivos de comunicación, en el arte, la ciencia y
la religión, generalmente presentando a las mujeres subordinadas a los
sujetos y reglas masculinas. La elaboración simbólica a nivel colectivo
puede contribuir a la naturalización de las relaciones de dominación. Dimensión Subjetiva.
Que refiere a la construcción
interna que cada individuo mantiene y negocia dentro de su contexto
social. Esta construcción individual determina
las formas en que sienten, piensan, actúan y se relacionan los
individuos. La subjetividad es dinámica, responde y a su vez influye en
la organización social y mediación cultural de las relaciones entre los
géneros. La configuración sociocultural de la masculinidad se cristaliza
en la experiencia individual como cuando un individuo asume que tiene
el derecho sobre el cuerpo y erotismo
del otro porque lleva “dinero al hogar” o
da por hecho que a él no le toca faltar al trabajo para cuidar
a un hijo enfermo; o que él tiene el derecho de golpear al que le desobedece
en la familia. La
masculinidad
como parte del género y
actuando como herramienta heurística comprende esas tres dimensiones,
pero en relación con otras distancias sociales como la clase, la raza
o cualquier otra distancia social relevante para cada sociedad.
Es ineludible en este recorte heurístico asumir que la dominación
implica la relación entre sujetos dentro de prácticas organizadas socialmente
y la
existencia de sujetos diferentes, tanto dominantes como dominados. De
la misma forma que en cada formación social este tipo de dominación se
cristalizará de manera particular. ·
Interrelación
del l trabajo y las posibilidades del cuerpo sexuado La
masculinidad al interactuar con la clase nos hace pensar en configuraciones
particulares de dominación
que se articulan en lo social, cultural y subjetivo. Por un lado,
una dominación de unos cuerpos sexuados sobre otros y por otro lado,
la dominación de acuerdo a la posesión de los medios de producción
y a su
posición en la estructura económica. El
tipo de trabajo que se asigna
diferencialmente a los individuos y los coloca en distintas posiciones
de la sociedad, determinando con ello como se distribuye el acceso a los
recursos simbólicos y materiales . Además, Esos conjuntos de prácticas
que constituyen los trabajos pueden considerarse como señala McElhinny
(1994) usando el noción de “habitus” de Bordieu, que ligados al trabajo
puede dar lugar a los habitus condicionados ocupacionalmente. Es
decir, las experiencias laborales contribuyen a construir
estilos de habla, formas de pensar, de sentir y de actuar particulares. El
análisis de la relación entre masculinidad y clase puede partir del papel
de la organización del trabajo sobre las relaciones entre cuerpos sexuados
y a la inversa cómo
la diferenciación y jerarquización
de los cuerpos
sexuados influyen en
la organización y jerarquización de los sujetos en las relaciones
laborales y económicas. Es decir, el trabajo define la posición de los
individuos de acuerdo a la posesión de los medios de producción, a lugar
que ocupa el individuo y el trabajo en la estructura económica, unos se
relacionan con sus iguales en sindicatos otros en sociedades comerciales,
unos comparten ciertas prácticas “propias” de su clase en las que están
reguladas la participación de los mismos hombres,
de las mujeres y sus familias. De
esta forma, la relación de mujeres con el trabajo o actividad económica
en cada clase determinará las relaciones entre hombres y mujeres, sus
espacios, reglas de negociación del mismo trabajo y sus productos, asi
como la posibilidad de dominación masculina en la vida familiar y conyugal,
la sexualidad y reproducción. La diferenciación estructural del trabajo
por sexo regulará las posibilidades de trabajo e ingreso de las mujeres,
los trabajos y salarios aún por el mismo tipo de trabajo
que los hombres, bajo configuraciones diferentes para cada clase
social. Es decir, los procesos socioculturales (normas formales e informales,
prácticas como el hostigamiento) y estructurales (horarios, pago) de las
relaciones de producción impondrán restricciones y facilidades para el
acceso
diferencial de cada tipo de individuo sexuado en respuesta a la
propia dinámica de las relaciones económicas. El
trabajo determinará el acceso de los individuos a los recursos, los bienes
y las relaciones limitando el capital con el cual el trabajador saldrá
hacer la vida en la comunidad y en la familia, estableciendo límites
para conseguir un posible lugar jerárquico con las mujeres y la familia. Por
otro lado, el acceso de las mujeres al trabajo estará mediado por los
procesos sociales, culturales y subjetivos que producen y reproducen las
relaciones entre los géneros. Por ejemplo, lo que se refiere a las prácticas,
con sus normas y regulaciones, como la reciprocidad que establezcan con
sus parejas en el hogar y la reproducción. Entre clases existe la misma
reciprocidad entre hombres y mujeres en estos terrenos?; como el cuidado
de los hijos, la libertad para controlar su tiempo y libre tránsito en
los espacios sociales (Stern, 1999); cómo, cuándo y con quién se puede
dar la vida sexual, etc. Lo
que se refiere a la elaboración semiótica, con la producción de estereotipos,
representaciones, valores, prácticas discursivas que serán la mediación
de las relaciones entre los individuos sexuados. Por ejemplo, quién tiene
habilidades intelectuales, fuerza, vinculación afectiva. También, la forma
de pensar, de actuar y de sentir que constituye la experiencia subjetiva
de los individuos de acuerdo a su ubicación en la diferenciación sociocultural
de acuerdo a su cuerpo sexuado. Estos ejes de diferenciación genérica
afectarán o determinarán la participación en las relaciones de producción. El
trabajo es central en la definición de la identidad genérica como puede
evidenciarse en el trabajo de McElhinny (1994) con mujeres que entran
a ocupaciones consideradas masculinas, como el de policía. Ellas llegan
a presentarse de forma masculina al manejar los recursos como la forma
de vestir, despliegues de fuerza, formas ritualizadas de usar herramientas
y el uso del lenguaje. De acuerdo a esta autora, las ocupaciones que establecen
distancias de clase pueden ofrecer recursos simbólicos, prácticas y experiencias
distintas a los individuos. En
la medida en la cual las ocupaciones están organizadas por sexo y el pertenecer
a una clase, permite participar en ciertas ocupaciones, las cuales, a
su vez,
posibilitan
a unos individuos sexuados colocarse en una posición de dominación
sobre otros cuerpos sexuados a través de estrategias específicas ligadas
los recursos simbólicos, prácticas y experiencias ocupacionales
y por tanto de clase. Cada
clase conforma una organización sociocultural y subjetiva del
trabajo
que a su vez constriñe y favorece
ejes de dominación
de unos cuerpos sexuados sobre otros. Las expresiones pueden ir
desde la exclusión
de toda actividad productiva; el
ingreso a las actividades remuneradas pero reguladas; el control
sobre los productos del trabajo; la distribución de las actividades domésticas
no pagadas. Entre
los obreros y campesinos es mas frecuente que las mujeres participen en
las actividades económicas que puede producir una ganancia, en las tareas
agropecuarias unas, en el trabajo informal o formal otras, este es un
ámbito en el cual los hombres pueden ejercer control y beneficiarse de
ello. Las expresiones pueden ser múltiples condicionar la participación
de las mujeres en ese tipo de actividades. Por ejemplo, que el trabajo
se realice dentro del hogar o en los horarios que les permitan
a las mujeres brindarles
atención; aportar inequitativamente para el mantenimiento del hogar,
cuando el se guarda parte de su salario y ella lo aporta todo.(Benería
y Roldán, 1987) También,
en el trabajo doméstico, las mujeres pueden trabajar remuneradamente y
pagar o realizar ellas mismas el trabajo doméstico, obligación que no
necesariamente consideran los hombres. Los
cambios en los sistemas de producción tanto nacionales como internacionales
pueden promover cambios en las relaciones entre los géneros, pero no necesariamente
promueven la equidad, y mas bien, como lo muestra el estudio de Benería
y Roldan (1987) la subproletarización de las mujeres puede favorecer
que contribuyan de
forma directa a la economía familiar, sin poder establecer, necesariamente,
las relaciones mas equitativas. En
otras clases, es posible que no existe este ámbito de control, pues las
mujeres trabajan remuneradamente con menos frecuencia. En la clase media,
tal vez las mujeres sí trabajen remuneradamente pero entre los dos paguen
el servicio doméstico o ambos participen en su realización, aunque siempre
será un
posible escenario de control. ·
Concepción
de la familia de acuerdo a la clase y al género Las
estrategias de reproducción social de cada clase
se organizan en gran medida a partir de la estructura y dinámica
familiar la cual es diferente de clase a clase. Por ejemplo en México,
el número y composición de la familia difiere drásticamente entre los
campesinos y obreros en comparación con los profesionistas, tanto en el
número de miembros, mayor entre los pobres y en su composición, la familia
extensa mas frecuente entre trabajadores del campo y obreros. También,
respecto a la dinámica se podrá observar que el control de los recursos,
las decisiones sobre la migración, acceso a la escuela, incorporación
al mercado de trabajo de sus miembros, la fecundidad y regulación del
tiempo libre estará en parte determinada por las creencias, valores, estereotipos,
normas, prácticas e interpretaciones particulares en los que se apoya
la dominación masculina.
Asi, los dueños de los medios de producción y los profesionistas
en puestos de mando no tengan que migrar y siempre participarán en las
decisiones familiares, asumirán solos el mantenimiento de
la familia entera y mantendrá el control directo que puede ser
legitimado y no este exento del uso de la violencia si l considera necesario. Los
hombres en general, pueden buscar que sus compañeras los respeten y los
traten con deferencia, pero el respeto puede ser interpretado de distintas
maneras, por ejemplo entre los proletarios, el respeto hacia el hombre
es no salir de la casa a visitar conocidos o parientes, salir al parque
o al cine sin el permiso de los hombres. Para otros grupos de hombres,
el que la mujer cuide su apariencia física o que salga con otro hombre. ·
Creencias,
visión del mundo, codificación cultural
masculina en cada clase Diversos
autores asumen que existe una masculinidad hegemónica en la sociedad occidental
(Connell, 1994; Seidler, 1995) que guarda relaciones de dominación y subordinación
no solo con otros géneros, sino con otras masculinidades. Sin embargo,
esta posición puede simplificar la realidad de países como México, que
se caracteriza por ser pluricultural, pero aún sin considerar a los indígenas
con su propia cosmovisión, los grupos urbanos de diferentes clases pueden
tener una elaboración simbólica de la realidad relacionada pero semiautónoma.
Como lo plantea Lommintz- Adler (1995 ) la existencia e interrelación
de culturas. La cultura a nivel global como puede ser la reproducida por
los medios masivos; la cultura regional, como la creada y recreada en
el nivel nacional o en determinadas regiones del país y;
la cultura local en las comunidades, barrios particulares, en donde
se reelaboran y contestan las culturas de los otros niveles antes mencionados.
La influencia o relevancia de cada nivel dependerá de las circunstancias,
no se puede dar centralidad a un solo nivel cultural. De
esta forma, es posible pensar que las culturas masculinas, aunque pueden
estar relacionadas,
son diferentes entre las clases y no necesariamente las codificaciones
simbólicas producidas por aquellos grupos que detentan el control de los
medios de producción se impone y determina su interpretación de las relaciones
entre los géneros sobre las otras clases. La
ideología y representaciones que comparten los capitalistas pueden ser
despreciadas por las otras clases al colocarse fuera de sus creencias
valores, representaciones
e interpretaciones particulares de la realidad entre los géneros.
SE pueden contraponer el valor de trabajar la tierra, manejar el machete,
la habilidad para manejar herramientas, de tener unas manos toscas y fuertes,
frente al despliegue de conocimiento y habilidades adquiridas en la escuela,
el uso de tecnología que no requiere fuerza física. Hay
autores que proponen que la interpretación ideológica de cada clase acerca
de las mujeres
y
la representación de la categoría sexual que ejerce la dominación
puede tener expresiones diferentes, es decir, en cada clase
el sentido de las prácticas, relaciones y la experiencia misma
respecto a los cuerpos sexuados subordinados y los cuerpos sexuados dominantes
tienen construcciones particulares. Estas codificaciones simbólicas legitiman
y naturalizan la dominación. En
un trabajo con trabajadores agrícolas mexicanos, se observó que a través
de las prácticas discursivas y las producciones culturales como las canciones
se realizan una serie de operaciones simbólicas de dominación, se delimita
un grupo de mujeres como objeto de sometimiento y degradación (Peña, 1998).
De la misma forma, Ramos (1962) observa entre los obreros, que su discurso
esta lleno de insultos sádicos y expresiones de degradación de la mujer
en comparación con sus contrapartes de la clase media.
Por otro lado, de acuerdo a Peña (1998) los trabajadores agrícolas
se atribuyen a sí mismos una clase especial de virilidad creando un valor
particular de los mexicanos. Estas
formas particulares de usar los recursos simbólicos no solo establece
una relación de dominación sobre las mujeres, sino también, pueden ser
una forma de resistencia ante la dominación que sufren por parte de los
miembros de otras clases. Es
necesario explorar cuales son los recursos y ejes a través de los cuales
cada clase construye su propia dominación a partir de la construcción
simbólica de los cuerpos sexuados.
Conclusiones La
masculinidad entendida como
la dominación de unos cuerpos sexuados sobre otros se relaciona con la clase
en diferentes formas, la
organización de los conjuntos de práctica como clase y sobre todo alrededor
de las actividades productivas, conforman
disposiciones, experiencias, formas de uso del cuerpo,
de los recursos simbólicos que pueden deslizarse hacia las practicas,
relaciones y experiencias
que producen y reproducen
la dominación masculina dentro del
ámbito laboral y en otros ámbitos como la familia, la sexualidad, la reproducción,
el uso del tiempo libre. Los
mecanismos de construcción de distancias sociales de tipo jerárquico alrededor
de las relaciones de producción comparten elementos y mecanismos con la
diferenciación social entre los sexos, ya que
los procesos de producción de jerarquización social en ambos ámbitos
se coordinan, algunos se sobreponen y
son autónomos en la dominación masculina La
diferenciación sociocultural y subjetiva que se crea a través de los mecanismos
que soportan las relaciones de producción interactúan con los procesos
que producen y reproducen la dominación de unos cuerpos sexuados por otros.
Es ta interacción se puede vislumbrar a través de distintas vías: ofreciendo
recursos, prácticas, valores, normas, representaciones y experiencias
que se reintroducen en las relaciones entre los sexos dando lugar
a una posición de dominación.
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[1] Psicólogo, Coordinador del Area de Masculinidad, Programa Universitario de Estudios de Género, Universidad Nacional Autónoma de México. Trabaja las áreas de Masculinidad; Salud Sexual y Reproductiva; Embarazo Temprano; Paternidad y Sexualidad Masculina Entre sus principales publicaciones se encuentran: “Repetición intergeneracional del Embarazo Adolescente y la Relación Madre-Hija”. En: M. de la Paz López (Comp.) Hogares, Familias: Desigualdad, Conflicto, Redes Solidarias y Parentales. México: Sociedad Mexicana de Demografía, 1996. Coautor de “El Embarazo Adolescente y la Pobreza”. En: P. Bonfil y V. Salles (comp). Mujeres Pobres: Salud y Trabajo. México: Gimtrap, 1998. |